La Historia de las Galletas de las Girl Scouts

Durante casi 100 años, las Girl Scouts y sus simpatizantes han convertido su venta anual de galletas en una icónica tradición estadounidense y, mientras aprendían valiosas lecciones de vida, mejoraron sus comunidades y sobre todo, se divirtieron.

Las Galletas de las Girl Scouts se empezaron a elaborar hace mucho tiempo en las cocinas de las integrantes de la tropa y las madres se ofrecieron como voluntarias para asesorar. En 1917, solo 5 años después de que Juliette Gordon Low fundara las Girl Scouts of America, la Tropa Mistletoe en Muskogee, Oklahoma, comenzó a hornear y a vender galletas en la cafetería de su escuela secundaria como un proyecto de servicio. De estos humildes comienzos, nació un fenómeno nacional de recaudación de fondos.

Para 1922, las Girl Scouts of America estaban haciendo correr la voz acerca de esta increíble recaudación de fondos. La revista American Girl (publicada por las Girl Scouts of America (GSA, por sus siglas en inglés), presentó un artículo de Florence E. Neill, directora local en Chicago, Illinois, que proporcionó una receta de galletas completa con un plan de ventas. En 1933, el Gran Concejo de Filadelfia comenzó a hornear galletas y a venderlas en las ventanas de la compañía de gas y electricidad de la ciudad. Las tropas locales de Girl Scouts recaudaron dinero y desarrollaron habilidades comerciales y de mercadeo. Para 1934, se convirtieron en el primer concejo en vender galletas horneadas comercialmente.

La Federación de Girl Scouts del Gran Nueva York pronto siguió el ejemplo de Filadelfia en 1935, pero agregaron las palabras “Galletas de las Girl Scouts” a sus cajas. En un año, la organización nacional de Girl Scouts se dio cuenta del potencial que se mostraba en estas ciudades y comenzó a licenciar la producción de galletas para venderlas en todo el país. El entusiasmo nacional por las galletas de las Girl Scouts creció a partir de entonces, y para 1951 las galletas de las Girl Scouts se ofrecían en tres variedades: Sandwich, Shortbread y Chocolate Mints. Para la década de 1970, la GSA ya vendía 8 variedades diferentes de galletas.

En años más recientes, la GSA ha comenzado a centrarse más en el diseño, en cajas llamativas y brillantes que han capturado el espíritu de las Girl Scouts. Todavía hay 8 variedades de galletas, pero ahora son kosher y, para alegría de nuestras Girl Scouts más jóvenes, ¡Las Daisies comenzaron a vender galletas!

Durante casi 100 años, las Girl Scouts y sus simpatizantes han convertido su venta anual de galletas en una icónica tradición estadounidense y, mientras aprendían valiosas lecciones de vida, mejoraron sus comunidades y sobre todo, se divirtieron.

La Historia de las Galletas de las Girl Scouts

Durante casi 100 años, las Girl Scouts y sus simpatizantes han convertido su venta anual de galletas en una icónica tradición estadounidense y, mientras aprendían valiosas lecciones de vida, mejoraron sus comunidades y sobre todo, se divirtieron.

Las Galletas de las Girl Scouts se empezaron a elaborar hace mucho tiempo en las cocinas de las integrantes de la tropa y las madres se ofrecieron como voluntarias para asesorar. En 1917, solo 5 años después de que Juliette Gordon Low fundara las Girl Scouts of America, la Tropa Mistletoe en Muskogee, Oklahoma, comenzó a hornear y a vender galletas en la cafetería de su escuela secundaria como un proyecto de servicio. De estos humildes comienzos, nació un fenómeno nacional de recaudación de fondos.

Para 1922, las Girl Scouts of America estaban haciendo correr la voz acerca de esta increíble recaudación de fondos. La revista American Girl (publicada por las Girl Scouts of America (GSA, por sus siglas en inglés), presentó un artículo de Florence E. Neill, directora local en Chicago, Illinois, que proporcionó una receta de galletas completa con un plan de ventas. En 1933, el Gran Concejo de Filadelfia comenzó a hornear galletas y a venderlas en las ventanas de la compañía de gas y electricidad de la ciudad. Las tropas locales de Girl Scouts recaudaron dinero y desarrollaron habilidades comerciales y de mercadeo. Para 1934, se convirtieron en el primer concejo en vender galletas horneadas comercialmente.

La Federación de Girl Scouts del Gran Nueva York pronto siguió el ejemplo de Filadelfia en 1935, pero agregaron las palabras “Galletas de las Girl Scouts” a sus cajas. En un año, la organización nacional de Girl Scouts se dio cuenta del potencial que se mostraba en estas ciudades y comenzó a licenciar la producción de galletas para venderlas en todo el país. El entusiasmo nacional por las galletas de las Girl Scouts creció a partir de entonces, y para 1951 las galletas de las Girl Scouts se ofrecían en tres variedades: Sandwich, Shortbread y Chocolate Mints. Para la década de 1970, la GSA ya vendía 8 variedades diferentes de galletas.

En años más recientes, la GSA ha comenzado a centrarse más en el diseño, en cajas llamativas y brillantes que han capturado el espíritu de las Girl Scouts. Todavía hay 8 variedades de galletas, pero ahora son kosher y, para alegría de nuestras Girl Scouts más jóvenes, ¡Las Daisies comenzaron a vender galletas!

La Historia de las Galletas de las Girl Scouts

Durante casi 100 años, las Girl Scouts y sus simpatizantes han convertido su venta anual de galletas en una icónica tradición estadounidense y, mientras aprendían valiosas lecciones de vida, mejoraron sus comunidades y sobre todo, se divirtieron.

Las Galletas de las Girl Scouts se empezaron a elaborar hace mucho tiempo en las cocinas de las integrantes de la tropa y las madres se ofrecieron como voluntarias para asesorar. En 1917, solo 5 años después de que Juliette Gordon Low fundara las Girl Scouts of America, la Tropa Mistletoe en Muskogee, Oklahoma, comenzó a hornear y a vender galletas en la cafetería de su escuela secundaria como un proyecto de servicio. De estos humildes comienzos, nació un fenómeno nacional de recaudación de fondos.

Para 1922, las Girl Scouts of America estaban haciendo correr la voz acerca de esta increíble recaudación de fondos. La revista American Girl (publicada por las Girl Scouts of America (GSA, por sus siglas en inglés), presentó un artículo de Florence E. Neill, directora local en Chicago, Illinois, que proporcionó una receta de galletas completa con un plan de ventas. En 1933, el Gran Concejo de Filadelfia comenzó a hornear galletas y a venderlas en las ventanas de la compañía de gas y electricidad de la ciudad. Las tropas locales de Girl Scouts recaudaron dinero y desarrollaron habilidades comerciales y de mercadeo. Para 1934, se convirtieron en el primer concejo en vender galletas horneadas comercialmente.

La Federación de Girl Scouts del Gran Nueva York pronto siguió el ejemplo de Filadelfia en 1935, pero agregaron las palabras “Galletas de las Girl Scouts” a sus cajas. En un año, la organización nacional de Girl Scouts se dio cuenta del potencial que se mostraba en estas ciudades y comenzó a licenciar la producción de galletas para venderlas en todo el país. El entusiasmo nacional por las galletas de las Girl Scouts creció a partir de entonces, y para 1951 las galletas de las Girl Scouts se ofrecían en tres variedades: Sandwich, Shortbread y Chocolate Mints. Para la década de 1970, la GSA ya vendía 8 variedades diferentes de galletas.

En años más recientes, la GSA ha comenzado a centrarse más en el diseño, en cajas llamativas y brillantes que han capturado el espíritu de las Girl Scouts. Todavía hay 8 variedades de galletas, pero ahora son kosher y, para alegría de nuestras Girl Scouts más jóvenes, ¡Las Daisies comenzaron a vender galletas!

La Historia de las Galletas de las Girl Scouts

Durante casi 100 años, las Girl Scouts y sus simpatizantes han convertido su venta anual de galletas en una icónica tradición estadounidense y, mientras aprendían valiosas lecciones de vida, mejoraron sus comunidades y sobre todo, se divirtieron.

Las Galletas de las Girl Scouts se empezaron a elaborar hace mucho tiempo en las cocinas de las integrantes de la tropa y las madres se ofrecieron como voluntarias para asesorar. En 1917, solo 5 años después de que Juliette Gordon Low fundara las Girl Scouts of America, la Tropa Mistletoe en Muskogee, Oklahoma, comenzó a hornear y a vender galletas en la cafetería de su escuela secundaria como un proyecto de servicio. De estos humildes comienzos, nació un fenómeno nacional de recaudación de fondos.

Para 1922, las Girl Scouts of America estaban haciendo correr la voz acerca de esta increíble recaudación de fondos. La revista American Girl (publicada por las Girl Scouts of America (GSA, por sus siglas en inglés), presentó un artículo de Florence E. Neill, directora local en Chicago, Illinois, que proporcionó una receta de galletas completa con un plan de ventas. En 1933, el Gran Concejo de Filadelfia comenzó a hornear galletas y a venderlas en las ventanas de la compañía de gas y electricidad de la ciudad. Las tropas locales de Girl Scouts recaudaron dinero y desarrollaron habilidades comerciales y de mercadeo. Para 1934, se convirtieron en el primer concejo en vender galletas horneadas comercialmente.

La Federación de Girl Scouts del Gran Nueva York pronto siguió el ejemplo de Filadelfia en 1935, pero agregaron las palabras “Galletas de las Girl Scouts” a sus cajas. En un año, la organización nacional de Girl Scouts se dio cuenta del potencial que se mostraba en estas ciudades y comenzó a licenciar la producción de galletas para venderlas en todo el país. El entusiasmo nacional por las galletas de las Girl Scouts creció a partir de entonces, y para 1951 las galletas de las Girl Scouts se ofrecían en tres variedades: Sandwich, Shortbread y Chocolate Mints. Para la década de 1970, la GSA ya vendía 8 variedades diferentes de galletas.

En años más recientes, la GSA ha comenzado a centrarse más en el diseño, en cajas llamativas y brillantes que han capturado el espíritu de las Girl Scouts. Todavía hay 8 variedades de galletas, pero ahora son kosher y, para alegría de nuestras Girl Scouts más jóvenes, ¡Las Daisies comenzaron a vender galletas!

La Federación de Girl Scouts del Gran Nueva York pronto siguió el ejemplo de Filadelfia en 1935, pero agregaron las palabras “Galletas de las Girl Scouts” a sus cajas.

La Historia de las Galletas de las Girl Scouts

Durante casi 100 años, las Girl Scouts y sus simpatizantes han convertido su venta anual de galletas en una icónica tradición estadounidense y, mientras aprendían valiosas lecciones de vida, mejoraron sus comunidades y sobre todo, se divirtieron.

Las Galletas de las Girl Scouts se empezaron a elaborar hace mucho tiempo en las cocinas de las integrantes de la tropa y las madres se ofrecieron como voluntarias para asesorar. En 1917, solo 5 años después de que Juliette Gordon Low fundara las Girl Scouts of America, la Tropa Mistletoe en Muskogee, Oklahoma, comenzó a hornear y a vender galletas en la cafetería de su escuela secundaria como un proyecto de servicio. De estos humildes comienzos, nació un fenómeno nacional de recaudación de fondos.

Para 1922, las Girl Scouts of America estaban haciendo correr la voz acerca de esta increíble recaudación de fondos. La revista American Girl (publicada por las Girl Scouts of America (GSA, por sus siglas en inglés), presentó un artículo de Florence E. Neill, directora local en Chicago, Illinois, que proporcionó una receta de galletas completa con un plan de ventas. En 1933, el Gran Concejo de Filadelfia comenzó a hornear galletas y a venderlas en las ventanas de la compañía de gas y electricidad de la ciudad. Las tropas locales de Girl Scouts recaudaron dinero y desarrollaron habilidades comerciales y de mercadeo. Para 1934, se convirtieron en el primer concejo en vender galletas horneadas comercialmente.

La Federación de Girl Scouts del Gran Nueva York pronto siguió el ejemplo de Filadelfia en 1935, pero agregaron las palabras “Galletas de las Girl Scouts” a sus cajas. En un año, la organización nacional de Girl Scouts se dio cuenta del potencial que se mostraba en estas ciudades y comenzó a licenciar la producción de galletas para venderlas en todo el país. El entusiasmo nacional por las galletas de las Girl Scouts creció a partir de entonces, y para 1951 las galletas de las Girl Scouts se ofrecían en tres variedades: Sandwich, Shortbread y Chocolate Mints. Para la década de 1970, la GSA ya vendía 8 variedades diferentes de galletas.

En años más recientes, la GSA ha comenzado a centrarse más en el diseño, en cajas llamativas y brillantes que han capturado el espíritu de las Girl Scouts. Todavía hay 8 variedades de galletas, pero ahora son kosher y, para alegría de nuestras Girl Scouts más jóvenes, ¡Las Daisies comenzaron a vender galletas!

La Historia de las Galletas de las Girl Scouts

Durante casi 100 años, las Girl Scouts y sus simpatizantes han convertido su venta anual de galletas en una icónica tradición estadounidense y, mientras aprendían valiosas lecciones de vida, mejoraron sus comunidades y sobre todo, se divirtieron.

Las Galletas de las Girl Scouts se empezaron a elaborar hace mucho tiempo en las cocinas de las integrantes de la tropa y las madres se ofrecieron como voluntarias para asesorar. En 1917, solo 5 años después de que Juliette Gordon Low fundara las Girl Scouts of America, la Tropa Mistletoe en Muskogee, Oklahoma, comenzó a hornear y a vender galletas en la cafetería de su escuela secundaria como un proyecto de servicio. De estos humildes comienzos, nació un fenómeno nacional de recaudación de fondos.

Para 1922, las Girl Scouts of America estaban haciendo correr la voz acerca de esta increíble recaudación de fondos. La revista American Girl (publicada por las Girl Scouts of America (GSA, por sus siglas en inglés), presentó un artículo de Florence E. Neill, directora local en Chicago, Illinois, que proporcionó una receta de galletas completa con un plan de ventas. En 1933, el Gran Concejo de Filadelfia comenzó a hornear galletas y a venderlas en las ventanas de la compañía de gas y electricidad de la ciudad. Las tropas locales de Girl Scouts recaudaron dinero y desarrollaron habilidades comerciales y de mercadeo. Para 1934, se convirtieron en el primer concejo en vender galletas horneadas comercialmente.

La Federación de Girl Scouts del Gran Nueva York pronto siguió el ejemplo de Filadelfia en 1935, pero agregaron las palabras “Galletas de las Girl Scouts” a sus cajas. En un año, la organización nacional de Girl Scouts se dio cuenta del potencial que se mostraba en estas ciudades y comenzó a licenciar la producción de galletas para venderlas en todo el país. El entusiasmo nacional por las galletas de las Girl Scouts creció a partir de entonces, y para 1951 las galletas de las Girl Scouts se ofrecían en tres variedades: Sandwich, Shortbread y Chocolate Mints. Para la década de 1970, la GSA ya vendía 8 variedades diferentes de galletas.

En años más recientes, la GSA ha comenzado a centrarse más en el diseño, en cajas llamativas y brillantes que han capturado el espíritu de las Girl Scouts. Todavía hay 8 variedades de galletas, pero ahora son kosher y, para alegría de nuestras Girl Scouts más jóvenes, ¡Las Daisies comenzaron a vender galletas!

La Historia de las Galletas de las Girl Scouts

Durante casi 100 años, las Girl Scouts y sus simpatizantes han convertido su venta anual de galletas en una icónica tradición estadounidense y, mientras aprendían valiosas lecciones de vida, mejoraron sus comunidades y sobre todo, se divirtieron.

Las Galletas de las Girl Scouts se empezaron a elaborar hace mucho tiempo en las cocinas de las integrantes de la tropa y las madres se ofrecieron como voluntarias para asesorar. En 1917, solo 5 años después de que Juliette Gordon Low fundara las Girl Scouts of America, la Tropa Mistletoe en Muskogee, Oklahoma, comenzó a hornear y a vender galletas en la cafetería de su escuela secundaria como un proyecto de servicio. De estos humildes comienzos, nació un fenómeno nacional de recaudación de fondos.

Para 1922, las Girl Scouts of America estaban haciendo correr la voz acerca de esta increíble recaudación de fondos. La revista American Girl (publicada por las Girl Scouts of America (GSA, por sus siglas en inglés), presentó un artículo de Florence E. Neill, directora local en Chicago, Illinois, que proporcionó una receta de galletas completa con un plan de ventas. En 1933, el Gran Concejo de Filadelfia comenzó a hornear galletas y a venderlas en las ventanas de la compañía de gas y electricidad de la ciudad. Las tropas locales de Girl Scouts recaudaron dinero y desarrollaron habilidades comerciales y de mercadeo. Para 1934, se convirtieron en el primer concejo en vender galletas horneadas comercialmente.

La Federación de Girl Scouts del Gran Nueva York pronto siguió el ejemplo de Filadelfia en 1935, pero agregaron las palabras “Galletas de las Girl Scouts” a sus cajas. En un año, la organización nacional de Girl Scouts se dio cuenta del potencial que se mostraba en estas ciudades y comenzó a licenciar la producción de galletas para venderlas en todo el país. El entusiasmo nacional por las galletas de las Girl Scouts creció a partir de entonces, y para 1951 las galletas de las Girl Scouts se ofrecían en tres variedades: Sandwich, Shortbread y Chocolate Mints. Para la década de 1970, la GSA ya vendía 8 variedades diferentes de galletas.

En años más recientes, la GSA ha comenzado a centrarse más en el diseño, en cajas llamativas y brillantes que han capturado el espíritu de las Girl Scouts. Todavía hay 8 variedades de galletas, pero ahora son kosher y, para alegría de nuestras Girl Scouts más jóvenes, ¡Las Daisies comenzaron a vender galletas!

Iniciándose en el Yoga

En occidente se enseñan muchos estilos de yoga. Algunos estilos hacen hincapié en la fuerza y son físicamente desafiantes, mientras que otros son más meditativos en su naturaleza. El estilo que usted elija debe basarse en primer lugar en la razón por la que usted desea hacer yoga. Muchos estudiantes comienzan el yoga simplemente por el valor que ofrece como ejercicio equilibrado, puesto que se le da igual relevancia tanto a la fuerza como a la flexibilidad. Después de un tiempo, pueden descubrir que se interesan en otros aspectos de la práctica, como el pranayama o técnicas de respiración, que pueden ser excelentes para la relajación.

Una vez que haya decidido qué estilo quiere estudiar, tiene que encontrar una clase. Algunos estudiantes eligen un local al que sea fácil de llegar o que tenga aparcamiento gratuito. Pero incluso si usted hace esto, probablemente habrá varios profesores que ofrezcan las clases. Puede ser difícil encontrar al profesor adecuado.

Los maestros de yoga pueden ser certificados por haber tomado un curso, aunque no hay una certificación estandarizada implementada por algún estado o por el gobierno federal. Donde sí existe certificación, puede ser por cursos que duran tan poco como un fin de semana o todo un año, o incluso más. Como resultado, muchos lugares que ofrecen clases de yoga no requieren que sus profesores tengan un entrenamiento en particular y, si lo hacen, los estudiantes pueden no saber exactamente lo que refleja la certificación.

Entonces, ¿cómo selecciona un estudiante a un buen maestro? Las referencias boca a boca son siempre buenas. Los estudiantes también pueden probar una clase para decidir si ese profesor se ajusta a sus intereses. Al final, la elección de un maestro tiene muchas diferentes facetas, de las cuales no todas serán de igual importancia para todos los estudiantes. Lo que funciona bien para usted podría no funcionar bien para su mejor amigo. Además, a medida que crezca como estudiante de yoga, es posible que necesite también cambiar de maestro.

Iniciándose en el Yoga

En occidente se enseñan muchos estilos de yoga. Algunos estilos hacen hincapié en la fuerza y son físicamente desafiantes, mientras que otros son más meditativos en su naturaleza. El estilo que usted elija debe basarse en primer lugar en la razón por la que usted desea hacer yoga. Muchos estudiantes comienzan el yoga simplemente por el valor que ofrece como ejercicio equilibrado, puesto que se le da igual relevancia tanto a la fuerza como a la flexibilidad. Después de un tiempo, pueden descubrir que se interesan en otros aspectos de la práctica, como el pranayama o técnicas de respiración, que pueden ser excelentes para la relajación.

Una vez que haya decidido qué estilo quiere estudiar, tiene que encontrar una clase. Algunos estudiantes eligen un local al que sea fácil de llegar o que tenga aparcamiento gratuito. Pero incluso si usted hace esto, probablemente habrá varios profesores que ofrezcan las clases. Puede ser difícil encontrar al profesor adecuado.

Los maestros de yoga pueden ser certificados por haber tomado un curso, aunque no hay una certificación estandarizada implementada por algún estado o por el gobierno federal. Donde sí existe certificación, puede ser por cursos que duran tan poco como un fin de semana o todo un año, o incluso más. Como resultado, muchos lugares que ofrecen clases de yoga no requieren que sus profesores tengan un entrenamiento en particular y, si lo hacen, los estudiantes pueden no saber exactamente lo que refleja la certificación.

Entonces, ¿cómo selecciona un estudiante a un buen maestro? Las referencias boca a boca son siempre buenas. Los estudiantes también pueden probar una clase para decidir si ese profesor se ajusta a sus intereses. Al final, la elección de un maestro tiene muchas diferentes facetas, de las cuales no todas serán de igual importancia para todos los estudiantes. Lo que funciona bien para usted podría no funcionar bien para su mejor amigo. Además, a medida que crezca como estudiante de yoga, es posible que necesite también cambiar de maestro.

Iniciándose en el Yoga

En occidente se enseñan muchos estilos de yoga. Algunos estilos hacen hincapié en la fuerza y son físicamente desafiantes, mientras que otros son más meditativos en su naturaleza. El estilo que usted elija debe basarse en primer lugar en la razón por la que usted desea hacer yoga. Muchos estudiantes comienzan el yoga simplemente por el valor que ofrece como ejercicio equilibrado, puesto que se le da igual relevancia tanto a la fuerza como a la flexibilidad. Después de un tiempo, pueden descubrir que se interesan en otros aspectos de la práctica, como el pranayama o técnicas de respiración, que pueden ser excelentes para la relajación.

Una vez que haya decidido qué estilo quiere estudiar, tiene que encontrar una clase. Algunos estudiantes eligen un local al que sea fácil de llegar o que tenga aparcamiento gratuito. Pero incluso si usted hace esto, probablemente habrá varios profesores que ofrezcan las clases. Puede ser difícil encontrar al profesor adecuado.

Los maestros de yoga pueden ser certificados por haber tomado un curso, aunque no hay una certificación estandarizada implementada por algún estado o por el gobierno federal. Donde sí existe certificación, puede ser por cursos que duran tan poco como un fin de semana o todo un año, o incluso más. Como resultado, muchos lugares que ofrecen clases de yoga no requieren que sus profesores tengan un entrenamiento en particular y, si lo hacen, los estudiantes pueden no saber exactamente lo que refleja la certificación.

Entonces, ¿cómo selecciona un estudiante a un buen maestro? Las referencias boca a boca son siempre buenas. Los estudiantes también pueden probar una clase para decidir si ese profesor se ajusta a sus intereses. Al final, la elección de un maestro tiene muchas diferentes facetas, de las cuales no todas serán de igual importancia para todos los estudiantes. Lo que funciona bien para usted podría no funcionar bien para su mejor amigo. Además, a medida que crezca como estudiante de yoga, es posible que necesite también cambiar de maestro.

Iniciándose en el Yoga

En occidente se enseñan muchos estilos de yoga. Algunos estilos hacen hincapié en la fuerza y son físicamente desafiantes, mientras que otros son más meditativos en su naturaleza. El estilo que usted elija debe basarse en primer lugar en la razón por la que usted desea hacer yoga. Muchos estudiantes comienzan el yoga simplemente por el valor que ofrece como ejercicio equilibrado, puesto que se le da igual relevancia tanto a la fuerza como a la flexibilidad. Después de un tiempo, pueden descubrir que se interesan en otros aspectos de la práctica, como el pranayama o técnicas de respiración, que pueden ser excelentes para la relajación.

Una vez que haya decidido qué estilo quiere estudiar, tiene que encontrar una clase. Algunos estudiantes eligen un local al que sea fácil de llegar o que tenga aparcamiento gratuito. Pero incluso si usted hace esto, probablemente habrá varios profesores que ofrezcan las clases. Puede ser difícil encontrar al profesor adecuado.

Los maestros de yoga pueden ser certificados por haber tomado un curso, aunque no hay una certificación estandarizada implementada por algún estado o por el gobierno federal. Donde sí existe certificación, puede ser por cursos que duran tan poco como un fin de semana o todo un año, o incluso más. Como resultado, muchos lugares que ofrecen clases de yoga no requieren que sus profesores tengan un entrenamiento en particular y, si lo hacen, los estudiantes pueden no saber exactamente lo que refleja la certificación.

Entonces, ¿cómo selecciona un estudiante a un buen maestro? Las referencias boca a boca son siempre buenas. Los estudiantes también pueden probar una clase para decidir si ese profesor se ajusta a sus intereses. Al final, la elección de un maestro tiene muchas diferentes facetas, de las cuales no todas serán de igual importancia para todos los estudiantes. Lo que funciona bien para usted podría no funcionar bien para su mejor amigo. Además, a medida que crezca como estudiante de yoga, es posible que necesite también cambiar de maestro.

Iniciándose en el Yoga

En occidente se enseñan muchos estilos de yoga. Algunos estilos hacen hincapié en la fuerza y son físicamente desafiantes, mientras que otros son más meditativos en su naturaleza. El estilo que usted elija debe basarse en primer lugar en la razón por la que usted desea hacer yoga. Muchos estudiantes comienzan el yoga simplemente por el valor que ofrece como ejercicio equilibrado, puesto que se le da igual relevancia tanto a la fuerza como a la flexibilidad. Después de un tiempo, pueden descubrir que se interesan en otros aspectos de la práctica, como el pranayama o técnicas de respiración, que pueden ser excelentes para la relajación.

Una vez que haya decidido qué estilo quiere estudiar, tiene que encontrar una clase. Algunos estudiantes eligen un local al que sea fácil de llegar o que tenga aparcamiento gratuito. Pero incluso si usted hace esto, probablemente habrá varios profesores que ofrezcan las clases. Puede ser difícil encontrar al profesor adecuado.

Los maestros de yoga pueden ser certificados por haber tomado un curso, aunque no hay una certificación estandarizada implementada por algún estado o por el gobierno federal. Donde sí existe certificación, puede ser por cursos que duran tan poco como un fin de semana o todo un año, o incluso más. Como resultado, muchos lugares que ofrecen clases de yoga no requieren que sus profesores tengan un entrenamiento en particular y, si lo hacen, los estudiantes pueden no saber exactamente lo que refleja la certificación.

Entonces, ¿cómo selecciona un estudiante a un buen maestro? Las referencias boca a boca son siempre buenas. Los estudiantes también pueden probar una clase para decidir si ese profesor se ajusta a sus intereses. Al final, la elección de un maestro tiene muchas diferentes facetas, de las cuales no todas serán de igual importancia para todos los estudiantes. Lo que funciona bien para usted podría no funcionar bien para su mejor amigo. Además, a medida que crezca como estudiante de yoga, es posible que necesite también cambiar de maestro.

Iniciándose en el Yoga

En occidente se enseñan muchos estilos de yoga. Algunos estilos hacen hincapié en la fuerza y son físicamente desafiantes, mientras que otros son más meditativos en su naturaleza. El estilo que usted elija debe basarse en primer lugar en la razón por la que usted desea hacer yoga. Muchos estudiantes comienzan el yoga simplemente por el valor que ofrece como ejercicio equilibrado, puesto que se le da igual relevancia tanto a la fuerza como a la flexibilidad. Después de un tiempo, pueden descubrir que se interesan en otros aspectos de la práctica, como el pranayama o técnicas de respiración, que pueden ser excelentes para la relajación.

Una vez que haya decidido qué estilo quiere estudiar, tiene que encontrar una clase. Algunos estudiantes eligen un local al que sea fácil de llegar o que tenga aparcamiento gratuito. Pero incluso si usted hace esto, probablemente habrá varios profesores que ofrezcan las clases. Puede ser difícil encontrar al profesor adecuado.

Los maestros de yoga pueden ser certificados por haber tomado un curso, aunque no hay una certificación estandarizada implementada por algún estado o por el gobierno federal. Donde sí existe certificación, puede ser por cursos que duran tan poco como un fin de semana o todo un año, o incluso más. Como resultado, muchos lugares que ofrecen clases de yoga no requieren que sus profesores tengan un entrenamiento en particular y, si lo hacen, los estudiantes pueden no saber exactamente lo que refleja la certificación.

Entonces, ¿cómo selecciona un estudiante a un buen maestro? Las referencias boca a boca son siempre buenas. Los estudiantes también pueden probar una clase para decidir si ese profesor se ajusta a sus intereses. Al final, la elección de un maestro tiene muchas diferentes facetas, de las cuales no todas serán de igual importancia para todos los estudiantes. Lo que funciona bien para usted podría no funcionar bien para su mejor amigo. Además, a medida que crezca como estudiante de yoga, es posible que necesite también cambiar de maestro.

Extracto de “La ciudad silenciosa”

¡Experimente los tesoros creados por el hombre en Arizona!

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Julie al desplegar el mapa. Como navegante del día, la niña de ocho años tenía el honor de sentarse adelante. Su mamá y Adam iban en el asiento trasero. Aún era temprano por la mañana y la familia acababa de salir del hotel en Flagstaff.

—¡Papá tenía toda la razón! —le gritó Julie a su mamá—. ¡Ver el Gran Cañón ayer fue mucho mejor que solo verlo en fotos! —Me alegra que te haya gustado, cariño.

“Me alegro que te haya gustado, cariño.”

Volviendo a centrar su atención en el mapa, Julie señaló Flagstaff y trazó la ruta del día. Justo al sur de Winslow se encontraban las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Holbrook albergaba los Monumentos de Washington, D.C. Al este de St. Johns estaba su destino final: la Ciudad Silenciosa.

—¡Vamos, papá! —gritó Julie por una rendija de la ventana—. ¡Tenemos que irnos!

Su mamá levantó la vista de la guía familiar. —Cierra la ventana, Julie. Las baterías tardan un poco más en cargarse cuando hace frío.

Cinco minutos después, el papá tomó el volante con una sonrisa tan grande como la de su hija.
—Bien, copiloto Julie, ¿por dónde ? —¡Hacia el este por la autopista!

“¡Hacia el este por la autopista!”

La mañana era radiante y el borde de la autopista estaba cubierto con montones de aguanieve sucia. En cuestión de minutos, la familia salió de los suburbios de Flagstaff. A su alrededor, un desierto prístino.

—Qué bonito es esto —comentó la mamá mientras tomaba una foto con su teléfono—. No hay nada como el este de Los Ángeles.

—Niños, deberían estar contentos de que pudiéramos sacarlos de la escuela— El papá dio un sorbo a su achicoria—. No todos tuvieron un abuelo que ayudó a construir la Ciudad Silenciosa.

—Mi amigo Vic sí —dijo Adam, que tiene doce años—. El abuelo de Vic tiene noventa y cinco, pero aún lo recuerda. Vino a mi clase el año pasado y nos lo contó todo.

—Qué lástima que ya no hagan las excursiones nocturnas—El papá frunció el ceño ligeramente—Cuando tenía tu edad, todas las clases hacían el viaje. Era como una peregrinación.

—¿Qué es una peregrinación? — Preguntó Julie levantando la vista del mapa.

—Es un viaje importante a un lugar especial — explicó la mamá—. Como el viaje que haremos esta semana. El Gran Cañón es un lugar realmente especial. También lo es La Ciudad Silenciosa.

Extracto de “La ciudad silenciosa”

¡Experimente los tesoros creados por el hombre en Arizona!

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Julie al desplegar el mapa. Como navegante del día, la niña de ocho años tenía el honor de sentarse adelante. Su mamá y Adam iban en el asiento trasero. Aún era temprano por la mañana y la familia acababa de salir del hotel en Flagstaff.

—¡Papá tenía toda la razón! —le gritó Julie a su mamá—. ¡Ver el Gran Cañón ayer fue mucho mejor que solo verlo en fotos! —Me alegra que te haya gustado, cariño.

“Me alegro que te haya gustado, cariño.”

Volviendo a centrar su atención en el mapa, Julie señaló Flagstaff y trazó la ruta del día. Justo al sur de Winslow se encontraban las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Holbrook albergaba los Monumentos de Washington, D.C. Al este de St. Johns estaba su destino final: la Ciudad Silenciosa.

—¡Vamos, papá! —gritó Julie por una rendija de la ventana—. ¡Tenemos que irnos!

Su mamá levantó la vista de la guía familiar. —Cierra la ventana, Julie. Las baterías tardan un poco más en cargarse cuando hace frío.

Cinco minutos después, el papá tomó el volante con una sonrisa tan grande como la de su hija.
—Bien, copiloto Julie, ¿por dónde ? —¡Hacia el este por la autopista!

“¡Hacia el este por la autopista!”

La mañana era radiante y el borde de la autopista estaba cubierto con montones de aguanieve sucia. En cuestión de minutos, la familia salió de los suburbios de Flagstaff. A su alrededor, un desierto prístino.

—Qué bonito es esto —comentó la mamá mientras tomaba una foto con su teléfono—. No hay nada como el este de Los Ángeles.

—Niños, deberían estar contentos de que pudiéramos sacarlos de la escuela— El papá dio un sorbo a su achicoria—. No todos tuvieron un abuelo que ayudó a construir la Ciudad Silenciosa.

—Mi amigo Vic sí —dijo Adam, que tiene doce años—. El abuelo de Vic tiene noventa y cinco, pero aún lo recuerda. Vino a mi clase el año pasado y nos lo contó todo.

—Qué lástima que ya no hagan las excursiones nocturnas—El papá frunció el ceño ligeramente—Cuando tenía tu edad, todas las clases hacían el viaje. Era como una peregrinación.

—¿Qué es una peregrinación? — Preguntó Julie levantando la vista del mapa.

—Es un viaje importante a un lugar especial — explicó la mamá—. Como el viaje que haremos esta semana. El Gran Cañón es un lugar realmente especial. También lo es La Ciudad Silenciosa.

Extracto de “La ciudad silenciosa”

¡Experimente los tesoros creados por el hombre en Arizona!

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Julie al desplegar el mapa. Como navegante del día, la niña de ocho años tenía el honor de sentarse adelante. Su mamá y Adam iban en el asiento trasero. Aún era temprano por la mañana y la familia acababa de salir del hotel en Flagstaff.

—¡Papá tenía toda la razón! —le gritó Julie a su mamá—. ¡Ver el Gran Cañón ayer fue mucho mejor que solo verlo en fotos! —Me alegra que te haya gustado, cariño.

“Me alegro que te haya gustado, cariño.”

Volviendo a centrar su atención en el mapa, Julie señaló Flagstaff y trazó la ruta del día. Justo al sur de Winslow se encontraban las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Holbrook albergaba los Monumentos de Washington, D.C. Al este de St. Johns estaba su destino final: la Ciudad Silenciosa.

—¡Vamos, papá! —gritó Julie por una rendija de la ventana—. ¡Tenemos que irnos!

Su mamá levantó la vista de la guía familiar. —Cierra la ventana, Julie. Las baterías tardan un poco más en cargarse cuando hace frío.

Cinco minutos después, el papá tomó el volante con una sonrisa tan grande como la de su hija.
—Bien, copiloto Julie, ¿por dónde ? —¡Hacia el este por la autopista!

“¡Hacia el este por la autopista!”

La mañana era radiante y el borde de la autopista estaba cubierto con montones de aguanieve sucia. En cuestión de minutos, la familia salió de los suburbios de Flagstaff. A su alrededor, un desierto prístino.

—Qué bonito es esto —comentó la mamá mientras tomaba una foto con su teléfono—. No hay nada como el este de Los Ángeles.

—Niños, deberían estar contentos de que pudiéramos sacarlos de la escuela— El papá dio un sorbo a su achicoria—. No todos tuvieron un abuelo que ayudó a construir la Ciudad Silenciosa.

—Mi amigo Vic sí —dijo Adam, que tiene doce años—. El abuelo de Vic tiene noventa y cinco, pero aún lo recuerda. Vino a mi clase el año pasado y nos lo contó todo.

—Qué lástima que ya no hagan las excursiones nocturnas—El papá frunció el ceño ligeramente—Cuando tenía tu edad, todas las clases hacían el viaje. Era como una peregrinación.

—¿Qué es una peregrinación? — Preguntó Julie levantando la vista del mapa.

—Es un viaje importante a un lugar especial — explicó la mamá—. Como el viaje que haremos esta semana. El Gran Cañón es un lugar realmente especial. También lo es La Ciudad Silenciosa.

Extracto de “La ciudad silenciosa”

¡Experimente los tesoros creados por el hombre en Arizona!

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Julie al desplegar el mapa. Como navegante del día, la niña de ocho años tenía el honor de sentarse adelante. Su mamá y Adam iban en el asiento trasero. Aún era temprano por la mañana y la familia acababa de salir del hotel en Flagstaff.

—¡Papá tenía toda la razón! —le gritó Julie a su mamá—. ¡Ver el Gran Cañón ayer fue mucho mejor que solo verlo en fotos! —Me alegra que te haya gustado, cariño.

“Me alegro que te haya gustado, cariño.”

Volviendo a centrar su atención en el mapa, Julie señaló Flagstaff y trazó la ruta del día. Justo al sur de Winslow se encontraban las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Holbrook albergaba los Monumentos de Washington, D.C. Al este de St. Johns estaba su destino final: la Ciudad Silenciosa.

—¡Vamos, papá! —gritó Julie por una rendija de la ventana—. ¡Tenemos que irnos!

Su mamá levantó la vista de la guía familiar. —Cierra la ventana, Julie. Las baterías tardan un poco más en cargarse cuando hace frío.

Cinco minutos después, el papá tomó el volante con una sonrisa tan grande como la de su hija.
—Bien, copiloto Julie, ¿por dónde ? —¡Hacia el este por la autopista!

“¡Hacia el este por la autopista!”

La mañana era radiante y el borde de la autopista estaba cubierto con montones de aguanieve sucia. En cuestión de minutos, la familia salió de los suburbios de Flagstaff. A su alrededor, un desierto prístino.

—Qué bonito es esto —comentó la mamá mientras tomaba una foto con su teléfono—. No hay nada como el este de Los Ángeles.

—Niños, deberían estar contentos de que pudiéramos sacarlos de la escuela— El papá dio un sorbo a su achicoria—. No todos tuvieron un abuelo que ayudó a construir la Ciudad Silenciosa.

—Mi amigo Vic sí —dijo Adam, que tiene doce años—. El abuelo de Vic tiene noventa y cinco, pero aún lo recuerda. Vino a mi clase el año pasado y nos lo contó todo.

—Qué lástima que ya no hagan las excursiones nocturnas—El papá frunció el ceño ligeramente—Cuando tenía tu edad, todas las clases hacían el viaje. Era como una peregrinación.

—¿Qué es una peregrinación? — Preguntó Julie levantando la vista del mapa.

—Es un viaje importante a un lugar especial — explicó la mamá—. Como el viaje que haremos esta semana. El Gran Cañón es un lugar realmente especial. También lo es La Ciudad Silenciosa.

Extracto de “La ciudad silenciosa”

¡Experimente los tesoros creados por el hombre en Arizona!

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Julie al desplegar el mapa. Como navegante del día, la niña de ocho años tenía el honor de sentarse adelante. Su mamá y Adam iban en el asiento trasero. Aún era temprano por la mañana y la familia acababa de salir del hotel en Flagstaff.

—¡Papá tenía toda la razón! —le gritó Julie a su mamá—. ¡Ver el Gran Cañón ayer fue mucho mejor que solo verlo en fotos! —Me alegra que te haya gustado, cariño.

“Me alegro que te haya gustado, cariño.”

Volviendo a centrar su atención en el mapa, Julie señaló Flagstaff y trazó la ruta del día. Justo al sur de Winslow se encontraban las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Holbrook albergaba los Monumentos de Washington, D.C. Al este de St. Johns estaba su destino final: la Ciudad Silenciosa.

—¡Vamos, papá! —gritó Julie por una rendija de la ventana—. ¡Tenemos que irnos!

Su mamá levantó la vista de la guía familiar. —Cierra la ventana, Julie. Las baterías tardan un poco más en cargarse cuando hace frío.

Cinco minutos después, el papá tomó el volante con una sonrisa tan grande como la de su hija.
—Bien, copiloto Julie, ¿por dónde ? —¡Hacia el este por la autopista!

“¡Hacia el este por la autopista!”

La mañana era radiante y el borde de la autopista estaba cubierto con montones de aguanieve sucia. En cuestión de minutos, la familia salió de los suburbios de Flagstaff. A su alrededor, un desierto prístino.

—Qué bonito es esto —comentó la mamá mientras tomaba una foto con su teléfono—. No hay nada como el este de Los Ángeles.

—Niños, deberían estar contentos de que pudiéramos sacarlos de la escuela— El papá dio un sorbo a su achicoria—. No todos tuvieron un abuelo que ayudó a construir la Ciudad Silenciosa.

—Mi amigo Vic sí —dijo Adam, que tiene doce años—. El abuelo de Vic tiene noventa y cinco, pero aún lo recuerda. Vino a mi clase el año pasado y nos lo contó todo.

—Qué lástima que ya no hagan las excursiones nocturnas—El papá frunció el ceño ligeramente—Cuando tenía tu edad, todas las clases hacían el viaje. Era como una peregrinación.

—¿Qué es una peregrinación? — Preguntó Julie levantando la vista del mapa.

—Es un viaje importante a un lugar especial — explicó la mamá—. Como el viaje que haremos esta semana. El Gran Cañón es un lugar realmente especial. También lo es La Ciudad Silenciosa.

Extracto de “La ciudad silenciosa”

¡Experimente los tesoros creados por el hombre en Arizona!

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Julie al desplegar el mapa. Como navegante del día, la niña de ocho años tenía el honor de sentarse adelante. Su mamá y Adam iban en el asiento trasero. Aún era temprano por la mañana y la familia acababa de salir del hotel en Flagstaff.

—¡Papá tenía toda la razón! —le gritó Julie a su mamá—. ¡Ver el Gran Cañón ayer fue mucho mejor que solo verlo en fotos! —Me alegra que te haya gustado, cariño.

“Me alegro que te haya gustado, cariño.”

Volviendo a centrar su atención en el mapa, Julie señaló Flagstaff y trazó la ruta del día. Justo al sur de Winslow se encontraban las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Holbrook albergaba los Monumentos de Washington, D.C. Al este de St. Johns estaba su destino final: la Ciudad Silenciosa.

—¡Vamos, papá! —gritó Julie por una rendija de la ventana—. ¡Tenemos que irnos!

Su mamá levantó la vista de la guía familiar. —Cierra la ventana, Julie. Las baterías tardan un poco más en cargarse cuando hace frío.

Cinco minutos después, el papá tomó el volante con una sonrisa tan grande como la de su hija.
—Bien, copiloto Julie, ¿por dónde ? —¡Hacia el este por la autopista!

“¡Hacia el este por la autopista!”

La mañana era radiante y el borde de la autopista estaba cubierto con montones de aguanieve sucia. En cuestión de minutos, la familia salió de los suburbios de Flagstaff. A su alrededor, un desierto prístino.

—Qué bonito es esto —comentó la mamá mientras tomaba una foto con su teléfono—. No hay nada como el este de Los Ángeles.

—Niños, deberían estar contentos de que pudiéramos sacarlos de la escuela— El papá dio un sorbo a su achicoria—. No todos tuvieron un abuelo que ayudó a construir la Ciudad Silenciosa.

—Mi amigo Vic sí —dijo Adam, que tiene doce años—. El abuelo de Vic tiene noventa y cinco, pero aún lo recuerda. Vino a mi clase el año pasado y nos lo contó todo.

—Qué lástima que ya no hagan las excursiones nocturnas—El papá frunció el ceño ligeramente—Cuando tenía tu edad, todas las clases hacían el viaje. Era como una peregrinación.

—¿Qué es una peregrinación? — Preguntó Julie levantando la vista del mapa.

—Es un viaje importante a un lugar especial — explicó la mamá—. Como el viaje que haremos esta semana. El Gran Cañón es un lugar realmente especial. También lo es La Ciudad Silenciosa.

Extracto de “La ciudad silenciosa”

¡Experimente los tesoros creados por el hombre en Arizona!

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Julie al desplegar el mapa. Como navegante del día, la niña de ocho años tenía el honor de sentarse adelante. Su mamá y Adam iban en el asiento trasero. Aún era temprano por la mañana y la familia acababa de salir del hotel en Flagstaff.

—¡Papá tenía toda la razón! —le gritó Julie a su mamá—. ¡Ver el Gran Cañón ayer fue mucho mejor que solo verlo en fotos! —Me alegra que te haya gustado, cariño.

“Me alegro que te haya gustado, cariño.”

Volviendo a centrar su atención en el mapa, Julie señaló Flagstaff y trazó la ruta del día. Justo al sur de Winslow se encontraban las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Holbrook albergaba los Monumentos de Washington, D.C. Al este de St. Johns estaba su destino final: la Ciudad Silenciosa.

—¡Vamos, papá! —gritó Julie por una rendija de la ventana—. ¡Tenemos que irnos!

Su mamá levantó la vista de la guía familiar. —Cierra la ventana, Julie. Las baterías tardan un poco más en cargarse cuando hace frío.

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—Bien, copiloto Julie, ¿por dónde ? —¡Hacia el este por la autopista!

“¡Hacia el este por la autopista!”

La mañana era radiante y el borde de la autopista estaba cubierto con montones de aguanieve sucia. En cuestión de minutos, la familia salió de los suburbios de Flagstaff. A su alrededor, un desierto prístino.

—Qué bonito es esto —comentó la mamá mientras tomaba una foto con su teléfono—. No hay nada como el este de Los Ángeles.

—Niños, deberían estar contentos de que pudiéramos sacarlos de la escuela— El papá dio un sorbo a su achicoria—. No todos tuvieron un abuelo que ayudó a construir la Ciudad Silenciosa.

—Mi amigo Vic sí —dijo Adam, que tiene doce años—. El abuelo de Vic tiene noventa y cinco, pero aún lo recuerda. Vino a mi clase el año pasado y nos lo contó todo.

—Qué lástima que ya no hagan las excursiones nocturnas—El papá frunció el ceño ligeramente—Cuando tenía tu edad, todas las clases hacían el viaje. Era como una peregrinación.

—¿Qué es una peregrinación? — Preguntó Julie levantando la vista del mapa.

—Es un viaje importante a un lugar especial — explicó la mamá—. Como el viaje que haremos esta semana. El Gran Cañón es un lugar realmente especial. También lo es La Ciudad Silenciosa.